La crisis humanitaria compleja producida por la dictadura no solamente es de hambre, destrucción del trabajo, del salario, las pensiones, las prestaciones sociales, la seguridad social, la salud, las fuerzas productivas y su secuela de pobreza. No es solamente de racionamiento eléctrico, de agua potable; de escasez de alimentos y de combustible para vehículos y para cocinar. No es sólo el deterioro de las comunicaciones, servicios e infraestructura del país. No es solo una crisis del desmantelamiento del estado democrático, sus libertades públicas y graves violaciones a los derechos humanos, el ascenso de la represión masiva y asesinatos de manifestantes; no es sólo la pérdida y entrega de la soberanía nacional que convirtió al país en un territorio en disputa de las principales potencias económicas, políticas y militares del planeta.
Esta dictadura también destruyó la educación popular, gratuita y democrática. Destruyó el único vehículo de ascenso social que tenían los más pobres. El sistema educativo en estos 20 años ha dejado de ofrecer oportunidades y condiciones para perfeccionarse espiritualmente, para cumplir las funciones sociales del hombre, para el libre juego de las fuerzas físicas y espirituales de la vida humana y de su crecimiento intelectual. Es una crisis de los cimientos morales, éticos y culturales que conforman la nacionalidad venezolana. Es la destrucción criminal del tiempo para que los niños y jóvenes se formen una cultura humana, que los ha despojado de la recreación para el disfrute de sus capacidades creativas, del tiempo para dedicarse a la cultura, a la ciencia, para elevar sus conocimientos y el disfrute de la naturaleza que en definitiva es lo que los hará verdaderamente hombres y mujeres libres y más humanos. Hoy nuestros niños y jóvenes sienten que no tienen futuro. Desean ser bachaqueros porque da más dinero que graduarse en una universidad. Esto es una tragedia de proporciones inconmensurables.
Según la encuesta ENCOVI, la asistencia escolar se redujo en los últimos 5 años de al 70%, siendo el sector universitario el más perjudicado. La mitad de los niños que van regularmente a la escuela desde 2017, han dejado de asistir por falta de agua, falta de comida y cortes eléctricos. En el mes de marzo, apenas nuestros niños y jóvenes pudieron asistir a clases solo 10 días hábiles. Abril presenta cifras parecidas. Coincidimos con la FVM cuando este gremio afirma que el presente año escolar técnicamente está perdido, aunque la dictadura promueva administrativamente toda la matrícula escolar. ¿Qué clase de enseñanza pueden recibir nuestros niños y jóvenes en estas terribles condiciones de vida y de estudio antes descritas? Pero de igual manera, ¿qué clase de enseñanza pueden ofrecer nuestros docentes en estas duras condiciones de vida y trabajo que también los afecta?
Ya ni siquiera existe Estado Docente en Venezuela, la tiranía abandonó y acabó con este principio constitucional. Hoy son los docentes y los padres de los niños que aún asisten a las escuelas, liceos y universidades quienes mantienen la educación del pueblo.
Toda esta crisis sin precedentes ha empujado a sus educadores a esta lucha librada hoy en todo el país, resumida en el cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres y de ninguna manera rehuiremos al combate. Nos pusieron en esta encrucijada de la historia y aceptamos el reto de sumarnos a la OPERACIÓN LIBERTAD.
Los regímenes dictatoriales, disfrazados de democráticos llevan a sus pueblos a rebelarse tarde o temprano. Dice el jurista latinoamericano, Don Ángel Osorio en su obra clásica El Alma de la Toga que “La necesidad del derecho de resistencia a la opresión se justifica porque los poderes tiránicos hacen la guerra sin declarar la guerra, suprimen de hecho las constituciones sin derogarlas, mantienen los parlamentos despojándoles de su esencia, desconocen todas las garantías y eliminan la personalidad humana”.
Por lo que el derecho de resistencia a la opresión es un derecho humano y natural, plasmado incluso en la Constitución Nacional en sus artículos 333 y 350. Es un derecho inherente a toda sociedad organizada rebelarse ante un régimen opresor que niega los derechos y garantías ciudadanas, su derecho a una existencia digna, que quebranta el derecho del pueblo a vivir dignamente y que por lo tanto, debe recurrir a todos los medios legítimos a su alcance para restituir el orden infringido. El derecho a resistir y rebelarse a esta opresión tiránica y usurpadora del poder es el derecho que tenemos toda la sociedad de hombres dignos y libres para defenderse contra el despotismo, es nuestro derecho a la legítima defensa para salvaguardar su libertad y nuestra existencia misma. Por tanto, la rebelión no es un delito.
Las rebeliones de los pueblos han existido siempre a través de la historia y casi siempre fueron para librarse de sus tiranos y dictadores. El sacerdote Gueorgui Gapón, dijo en diciembre de 1905 -a propósito de la rebelión de los obreros rusos contra el zarismo- : “Ya no tenemos zar. Lo separa del pueblo un río de sangre. Viva la lucha por la libertad”.
Este magisterio dice: ¡Ya no tenemos presidente electo, tenemos un usurpador hambreador y déspota, abajo la dictadura!
Es por ello, que frente a la pretensión de lumpenización de la población venezolana de parte de la tiranía, de llevarnos a una neo-servidumbre al estilo del superado estado feudal, el magisterio se levanta porque precisamente somos la antítesis de este pensamiento feudal. Somos todo lo contrario al tipo de pensamiento irracional, mitológico, metafísico y mesiánico que promueve la dictadura en la educación con el objeto de formar seres obedientes al servicio del continuismo de un proyecto político anti-nacional.
De esta preocupación nace este compromiso por contribuir a la elevación de la conciencia de la población y en especial, la de nuestros educandos. Ello implica una nueva educación para la formación de una nueva conciencia ciudadana, una nueva cultura, una nueva ética donde la honestidad sea la guía para los servidores públicos, comprometidos con la reconstrucción y la soberanía nacional. Salvar la escuela es rescatarla como espacio de encuentro social, para preservar su futuro, que son nuestros niños y jóvenes, que es la Venezuela misma. Esto es un llamamiento al glorioso y combativo magisterio venezolano a librar esta gesta para colocar a La educación al servicio del cambio político, a ayudar realmente a construir el futuro, es un llamado a la luchar para sustituir el actual estado de cosas para constituir la nueva sociedad.
Un llamado especial a nuestros colegas y compatriotas que están fuera del país; llegó el momento, prepárense para regresar a ayudar a reconstruir el país y salvar la educación y el futuro que ya comenzó.
Nuestro llamado también es a todo el pueblo venezolano, a que nos acompañen en esta acción liberadora, en esta Operación Libertad a la que estamos convocados. Para ello debemos organizarnos más y mejor y en poco tiempo. Los Comité de Ayuda y Libertad y las Asambleas de Ciudadanos en nuestras localidades son algunas formas de organizarse.
No hay espacio para el derrotismo ni la desesperanza. Apostemos a lo imposible, a lo difícil hasta que la victoria y la libertad nos sorprendan. Arrastremos a los vacilantes, despertemos a los dormidos y animemos a los débiles.
¡Ahora le toca al pueblo, abajo la dictadura!
¡Hacia la huelga general!
MOVIMIENTO DE EDUCADORES SIMÓN RODRÍGUEZ
ASOCIACIÓN
DE EDUCADORES JUBILADOS Y
PENSIONADOS UNIDOS DE LA REGIÓN CAPITAL
ASOCIACIÓN
DE EDUCADORES JUBILADOS
Y PENSIONADOS UNIDOS DEL ESTADO ARAGUA
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