Tras dos meses ininterrumpidos de lucha emprendida por el magisterio, es necesario construir una victoria. No se puede perder el esfuerzo social y sindical alcanzado hasta ahora. El punto en que se encuentra el conflicto debe ser evaluado con serenidad y con urgencia por toda la dirigencia que ha estado al frente en las distintas regiones. Se evidencia un desgaste, agotamiento de algunas formas de lucha, cansancio y descenso en la participación de docentes movilizados. En el caso de la capital de la República es notoria la ausencia de acciones sindicales producto de la inexistencia de una unidad de sindicatos y dirigentes que las organice.
Lo que ha predominado es la acción espontánea de las regiones; no dirigida ni encauzada nacionalmente, visto que los presidentes de las federaciones nacionales han negado, en un reciente comunicado, que estén en conflicto con el patrono-Estado, por lo que no han asumido ni asumirán la conducción del conflicto actual. Adicionalmente, torpedean y sabotean cualquier iniciativa de articulación y coordinación nacional que surjan desde las regiones, como la propuesta de realizar zonales unitarios de todos los sindicatos y otras, en una clara estrategia que solo beneficia al patrono.
En su momento, los educadores y dirigentes de base tendrán que perfilar la renovación y reconstrucción del movimiento sindical magisterial. Es una necesidad histórica postergada. Pero hoy la evaluación que planteamos debe partir, en principio, de una correcta caracterización de la política laboral del gobierno.
La propia ministra de Educación confesó, sin tapujo alguno, el viernes 10 de marzo, desde el estado Cojedes en un video que circula por las redes, que su Gobierno no tiene dinero para aumentar los sueldos y salarios. «El único aumento previsto hasta nuevo aviso es el bono de 30 dólares mensuales» pagado por la plataforma patria desde enero y anclado al precio del dólar BCV. Lo que no dijo es que es un bono discrecional y discriminatorio, que no llega a todos los trabajadores activos, jubilados, pensionados y sobrevivientes.
Expresó, asimismo, que «no van a engañar al magisterio» diciendo que van a firmar alguna nueva convención colectiva. Y remató cambiando el concepto legal del salario por el de un presunto “salario social”, que debe sumar la atención médica en el Ipasme y otros beneficios sociales. Así se resume la actual política salarial del Gobierno y que está en plena ejecución.
Visto todos los elementos anteriores, el magisterio (y en especial sus dirigentes de base) deben redefinir una estrategia que apunte -así suene duro e impopular- a largo plazo. Esta estrategia, además de la comprensión correcta del momento, debe dotarse con la urgencia del caso, de un Comando Nacional de Conflicto del Magisterio que unitariamente articule y coordine nacionalmente la organización de los docentes en Asamblea; de las definiciones, planificación y organización de las acciones tomando en cuenta todas las formas de lucha para que se pueda realmente conquistar la urgente victoria de los trabajadores.
Las actuales acciones espasmódicas, aisladas y sin conexión nacional entre sí, no conducen a alcanzar la victoria necesaria. Es fundamental esta estructura orgánica nacional para que organice a todos los docentes, para que una todas las luchas en una sola lucha, en una sola ruta y en una sola orientación sindical nacional. Para actuar como fuerza uniforme.
Es imprescindible que se comprenda correctamente lo que es una estructura orgánica de asamblea de trabajadores. No es la tradicional asamblea para un foro donde los trabajadores asisten a escuchar a los dirigentes que llevan planteamientos preconcebidos y decididos de antemano, o para drenar la justa rabia acumulada.
La asamblea debe ser orgánica, de los trabajadores. No es un solo evento o reunión. Debe ser permanente, mínimo mientras dura el conflicto y hasta después. Allí, los trabajadores participarán en igualdad de condiciones, afiliados o no a los sindicatos; deliberarán, analizarán, tomarán decisiones, incidirán y determinarán el curso del conflicto. El Comando Nacional de Conflicto del Magisterio y su similar municipal y regional se deberán a la asamblea y solo operativizarán el mandato de esta. Esta es la verdadera democracia sindical, poco practicada en la actualidad.
Conformada esta instancia de coordinación nacional del conflicto, ésta debe someter de inmediato a consideración de la asamblea de trabajadores la necesaria radicalización de la acción conflictiva dentro de los principios cívicos y democráticos establecidos en la constitución y las leyes. Ello pasa por organizar acciones simultáneas y contundentes, en la que los paros escalonados allanen el camino hacia una huelga nacional, de ser necesario, con participación de toda la sociedad. Esto nunca puede ser descartado, pues son derechos inalienables y legales que han sido criminalizados por el gobierno y deben rescatarse como ejercicio sindical de presión ante la intransigencia patronal.
Nadie tiene duda de que el conflicto hay que escalarlo. Pero para ello es requisito sine qua non organizarlo, convocarlo, definir y unificar los discursos, la propaganda, la acción organizada. Esto es lo que está faltando para que se obtenga la victoria, incluso alguna parcial.
Los dirigentes sindicales de base se deben al interés superior de los trabajadores, no a sus «patronos» federativos. Los docentes han demostrado hasta la saciedad que voluntad de lucha hay de sobra, que el miedo se fue de vacaciones y están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias. No podemos dejar pasar el momento de hacer lo que hay que hacer. No permitamos que los que parecen no estar en conflicto con el patrono, determinen el curso del actual conflicto. Llegó la hora de ponerse al lado de los intereses de los trabajadores. Llegó la hora de definir posiciones.
Profesor Pedro García
Presidente de la Asociación de Educadores Jubilados y Pensionados de la Región Capital
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